jueves. 25.04.2024
TRIBUNA | Acción climática

Retos de la COP27 de Egipto

¿COP? ¿Qué narices es COP? Mucha gente ya habrá oído que Egipto va acoger una conferencia internacional sobre el clima el próximo mes de noviembre: la COP27. Algunos incluso son conscientes de que la cooperación internacional pensada para frenar los peores estragos de la emergencia climática y ecológica pasan por estas cumbres anuales. La COP (por sus siglas en inglés), o Conferencia de las Partes, tiene su origen en la primera gran conferencia de las Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo. Las partes se refieren a los gobiernos nacionales e internacionales del mundo.

Pero, espera: ¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Qué pasó en las 26 COP anteriores?

Detalle de unas manos que sostienen tierra | Foto: Gabriel Jiménez, Unsplash
Detalle de unas manos que sostienen tierra | Foto: Gabriel Jiménez, Unsplash

Compromisos

Cuando se dio por terminada la Guerra Fría, en 1992, el mundo parecía dispuesto a iniciar una nueva era de desarrollo y cooperación mundial en la que el medio ambiente empezaba a echar raíces como preocupación internacional, o eso se pensaba. La Cumbre de la Tierra de Río (de Janeiro), como se ha llegado a conocer, estableció la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC o UNFCCC por sus siglas en inglés), con la misión de sensibilizar a la opinión pública mundial sobre temas relacionados.

Uno de sus principales objetivos era estabilizar la concentración de Gases de Efecto Invernadero (GEI de aquí en adelante) en la atmósfera de la Tierra para prevenir las consecuencias y los riesgos que implica para el sistema climático, una preocupación pregonada por los científicos desde al menos la década de los 70.

La COP se creó como órgano supremo de la convención y como asociación de todos los estados miembros, con la intención de celebrar reuniones anuales a las cuales acudirían jefes de Estado, ministros, expertos en medio ambiente y organizaciones no gubernamentales (ONG), y de manera sigilosa, hasta grandes energéticas. La primera COP se celebró en 1995, con sede en la capital de una Alemania recién reunificada. Allí se estableció el Mandato de Berlín, que recogía una serie de compromisos e iniciativas indefinidas de entre las cuales los países podían escoger según sus necesidades o capacidades.

Derechos

La COP2, celebrada en Ginebra (Suiza), estableció "objetivos cuantitativos vinculantes" que limitaban las emisiones de GEI de los países industrializados, indicando reducciones precisas (acordadas por consenso) que debían revisarse al año siguiente en Kioto (Japón).

En Kioto, en 1997, se fijaron objetivos vinculantes de GEI para 37 países, estableciendo lo que se conocería como el Protocolo de Kioto, que habría entrado en vigor en 2008 y su fecha de caducidad llegaría en 2012. Para entonces, los países desarrollados debían reducir las emisiones en un 5% con respecto a 1990. Sin embargo, dos de los mayores emisores, China y Estados Unidos, se negaron a ratificar el acuerdo, condenándolo en gran medida al fracaso.

Lo que siguió entre 1998 y 2006 fueron nueve conferencias de escasa trascendencia, ya que las partes "ultimaron" los detalles del Protocolo de Kioto de cara a 2008, lo que supuso una pérdida de nueve años en una carrera contra el tiempo.

En 2007, la COP13 se reunió en Bali (Indonesia), donde se dieron pasos importantes para sustituir el fallido protocolo, pero sin llegar tampoco a activar un nuevo tratado. Ante un creciente volumen de evidencias de que el calentamiento global era un hecho, el Plan de Acción de Bali estableció una hoja de ruta de dos años hacia un acuerdo vinculante que se alcanzaría en la COP15 de Copenhague (Dinamarca). En Bali se creó la coalición mundial de redes y organizaciones Justicia Climática ¡Ya!, que movilizó a personas de todo el mundo para que se unieran en torno a la afirmación de "los derechos de las comunidades que dependen de los recursos naturales para su subsistencia y sus culturas a poseer y gestionar los mismos de forma sostenible... en contra de la mercantilización de la naturaleza y sus recursos" (Principios de Bali sobre la Justicia Climática, artículo 18, 29 de agosto de 2002).

La COP14, celebrada en la ciudad polaca de Poznan, se reservó para afinar los detalles de cara a Copenhague, e introdujo un programa de transferencia de tecnologías ecológicas racionales a los países “en desarrollo”. Parecía que el mundo estaba por fin encaminado para afrontar lo que cada vez más se convertía en una realidad evidente, al menos para los científicos.

La Conferencia de las Partes danesa fue recibida con gran esperanza, ya que en su núcleo se encontraba el objetivo de alcanzar "la conclusión de un acuerdo climático jurídicamente vinculante, válido para todo el mundo”, de aplicación, decía el texto “a partir de 2012". En términos reales, esto significaba una reducción de las emisiones de carbono en un 50% para 2050 en comparación con 1990. Y además, la esperanza de Obama parecía acompañar… ¿Qué podría salir mal?

Empeñar el futuro con declaraciones de intenciones

Reunidos en Tailandia tres semanas antes, China y Estados Unidos pactaron que cualquier acuerdo que se alcanzara no sería vinculante, condenando a los potenciales logros de la COP15 a nacer muertos. Por ello, la cumbre fue calificada con amargura como un fracaso y un desastre por las organizaciones medioambientales y los gobiernos.

Recogiendo los pedazos, la COP16 de Cancún (México) estableció el Fondo Verde por el Clima, una entidad operativa para ayudar a aquellos países en “vías de desarrollo” en las prácticas de adaptación y mitigación de cara a contrarrestar el cambio climático. En 2011, la ciudad de Durban en Sudáfrica acogió la COP17, en donde se hizo un esfuerzo por reactivar Kioto para el 2013. La Unión Europea apoyó esta iniciativa, pero sólo como parte de "un marco global exhaustivo en el que participen todas las grandes economías": una llamada sin respuesta a Estados Unidos y China. Canadá, Japón y Rusia optaron por buscar un acuerdo completamente nuevo, haciendo inútil cualquier esfuerzo de recuperar y cumplir el Protocolo de Kyoto.

Los científicos pronosticaron esta carrera contra el tiempo

En 2012, en Doha (Qatar), tras 13 días de negociaciones durante la COP18, las partes lograron acordar una serie de decisiones para hacer avanzar el proceso y salvar el Protocolo de Kioto, al menos en principio. En última instancia, el sentimiento fue en gran medida de insatisfacción con la escasa ambición mostrada por el acuerdo final, especialmente a la luz de la ciencia y del hecho de que las emisiones en 2012 ya duplicaban las de 1990.

En 2013, el objetivo inicial de la COP19 de Varsovia era acordar una reducción de las emisiones para 2015, pero se enfrentó a una feroz oposición, sobre todo por parte del país anfitrión, Polonia, que aún hoy cuenta con una sólida industria basada en el carbón. Esto contrastó con la presentación de un informe de la ONU que aseguraba con casi total certeza cómo el calentamiento global era resultado de la actividad humana desde los años 50 (página 67 del PDF: atribución). Decepcionados por la falta de seriedad de algunos países más “desarrollados”, Australia, China y 132 países “en desarrollo” abandonaron la conferencia.

El último día de las negociaciones, WWF, Oxfam, ActionAid, la Confederación Sindical Internacional, Amigos de la Tierra y Greenpeace abandonaron la conferencia:

Las organizaciones y los movimientos que representan a personas de todos los rincones de la Tierra han decidido que el mejor uso de nuestro tiempo es retirarse voluntariamente de las conversaciones sobre el clima de Varsovia. Ésta debería haber sido un paso importante en la transición justa hacia un futuro sostenible, y va camino de no aportar prácticamente nada

En la COP20, celebrada en Lima (Perú) en 2014, el anuncio más significativo vino de la mano de Estados Unidos y China, que por primera vez se comprometieron a reducir las emisiones de GEI, algo crucial si se quiere alcanzar remotamente el límite de calentamiento fijado por los científicos.

Crece el descontento social por la inacción climática

El acuerdo final marcó el camino hacia la que sería la más importante de todas las conferencias, la COP21 de 2015, donde se firmó el Acuerdo de París, una ambiciosa convención mundial que parecía tomarse por fin en serio el cambio climático. Adoptado por 197 países y lanzado oficialmente el Día de la Tierra (22 de abril) de 2016, su objetivo principal era "limitar el calentamiento global a un nivel muy inferior a 2 grados centígrados, preferiblemente a 1,5ºC, en comparación con los niveles preindustriales", alcanzando un pico global de emisiones de GEI "lo antes posible para lograr un mundo climáticamente neutro a mediados de siglo."

Las siguientes cuatro COPs celebradas en Marrakech (Marruecos), Bonn (Alemania), Katowice (Polonia), fueron consideradas en gran medida como "reuniones técnicas" en el período previo a la aplicación del Acuerdo de París, siendo la COP23 de Bonn la que vio una delegación estadounidense muy diluida, en un momento en el cual la administración Trump y su negacionismo climático estaban al frente del Gobierno de los Estados Unidos. En uno de sus primeros actos como presidente, el líder republicano anunció la salida de su país del Acuerdo de París.

De vuelta a Polonia, la COP24 del 2018, estaba sumida en la tensión tras el ya infame informe del IPCC sobre cómo sería un mundo 1,5 grados más cálido, lo que preparó el terreno para que una joven sueca tomara la palabra y desafiara a los adultos de la sala. Esta niña era Greta Thunberg, una adolescente que se negó a ir a la escuela mientras los líderes de su país, y del mundo, no hiciesen nada para salvar su futuro y el de su generación.

La última COP prevista antes de la pandemia, la número 25, iba a celebrarse en Santiago de Chile, pero debido a los disturbios sociales se trasladó en el último momento a Madrid, España. Sus resultados se consideraron en gran medida desilusionantes a la luz de la urgencia de la situación y de la necesidad de acciones reales y concretas.

La propaganda y la censura que ocultan la urgencia de decrecer

Mientras activistas asociados con Extinction Rebellion (XR) derramaron una pequeña montaña de excrementos de caballo a las puertas de la conferencia, el director de Estrategia y Política de la Unión de Científicos Preocupados, Alden Meyer, dejó en claro el fracaso de la capital española. Habiendo asistido a las negociaciones desde 1991, quedó sorprendido por la desconexión casi total entre lo que la ciencia exigía y lo que se entregaba en forma de acción significativa.

La proverbial lata volvió a ser pateada por el viejo camino. La arremetida de la covid-19 hizo que la COP26, en Glasgow, se pospusiera un año, hasta noviembre de 2021. La COP26, que estuvo llamada a ser la mayor conferencia sobre el clima hasta la fecha, supuso la mayor reunión de líderes mundiales que jamás haya acogido el Reino Unido. Durante la cumbre la ahora difunta reina Isabel II retó a los líderes ahí presentes a estar a la altura y comportarse como verdaderos estadistas, y no políticos, y así lanzar su visión más allá de su éxito político y enfocarse en su humanidad. Su importancia radica en que fue la primera en revisar y reforzar los compromisos del Acuerdo de París.

Los acuerdos alcanzados incluyeron uno que reunía a más de 100 naciones que se comprometían a reducir las emisiones mundiales de metano en más de un 30% para 2030, un acuerdo forestal que pretendía detener la deforestación para ese mismo año, mientras otro compromiso popular prometió frenar el desarrollo y el uso del carbón de una vez por todas. Un incentivo se trataba de la desinversión pública y privada en nuevos proyectos de combustibles fósiles. Pero a los pocos meses, la invasión de Ucrania por el régimen de Putin, y un mundo amenazado por una crisis energética (gracias a su adicción a los hidrocarburos) se tradujo en que estos acuerdos fueran relegados a poco menos que el olvido.

De hecho, la última versión del acuerdo fue considerablemente débil. No hubo suficientes avances en cuanto a pérdidas y daños, ni suficientes avances de cara a que las naciones más ricas redujesen sus emisiones, ni suficientes avances relacionados con la protección real de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Y el carbón no quedó desterrado al pasado.

Cualquiera de las soluciones propuestas jamás se alejaban del camino del "capitalismo verde", sencillamente inaceptable para aquellos que están fuera de las charlas de "Stop Ecocidio" y el "Blablabla" que pregonó la joven Greta en la antesala de la cumbre, y para quienes una revisión completa del sistema global es la única solución viable para evitar despeñarse por el abismo al cual la ciencia trata de explicarnos que nos enfrentamos.

¿Y ahora…?

La COP27 en Egipto, acorralada en la ciudad vacacional de Sharm El Sheik, promete más de lo mismo: un chorro de babas. Y peor aún. Porque la realidad militar del país africano significa que la protesta y el festival climático que acompañan a cada COP fuera de sus murallas ocurrirá en su mínima expresión o en remoto, como mucho. Los activistas ya están llamando la atención sobre las dificultades que están teniendo para conseguir acreditaciones e incluso, las visas para entrar y expresarse en el lugar donde se decide el futuro de todos

A pesar de ser una COP “africana”, el que ocurra en un país exportador de energía fósil alberga poca promesa ante el umbral de un invierno duro para Europa, fruto, irónicamente, de una guerra financiada por nuestra dependencia a los combustibles fósiles.

Pase lo que pase, el objetivo noble de las COP es un llamado a desempeñar un papel definitivo para generaciones presentes y futuras. En un mundo post-pandémico, carcomido por un alza absurda en el coste de vida tras una pandemia demoledora, en la que se invocó una “reconstrucción mejor”, esto último sigue siendo un mero eslogan propagandístico secuestrado por intereses económicos nacionales a corto plazo.

El desafío es múltiple. Entre nosotros, es cambiar lo que parece ser nuestra tendencia como especie a permanecer impasibles ante lo que ocurre realmente en nuestro único hogar, y es que el planeta se marchita.

Retos de la COP27 de Egipto