Efectivamente, este es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos: la narrativa en torno a las filtraciones. Ahora están de moda por las de Edward Snowden, pero existen desde siempre. Y no representan otra cosa que el derecho de la sociedad a saber y conocer las malas prácticas de las administraciones públicas y privadas ante la falta de transparencia. Nosotros no queremos tener que existir pero mientras el gobierno y las administraciones no sean transparentes y no rindan cuentas, es una herramienta más que tenemos los periodistas para dar a conocer datos con los cuales poder informar, guiados por el interés general.
¿Crees que los medios que se hacen eco de vuestras filtraciones deberían darle más reconocimiento a Filtra.la?
No, nosotros estamos muy contentos con la relación que tenemos con los medios con los que trabajamos; publicamos juntos y reconocemos el trabajo de ambas partes. Nuestra parte es más fácil, de hecho; ponemos el soporte tecnológico y ellos son los que tienen que investigar y publicar, así que hay que reconocer el trabajo de los periodistas. Y sobre todo el de las personas que envían estos datos, muchas veces jugándose el trabajo, jugándose el tipo. Nosotros no somos importantes.
¿Qué opinión le merece que los buzones de las administraciones, que sirven para denunciar prácticas corruptas, estén en manos de la misma administración?
Contradictorio, sin ningún tipo de duda. Es uno de los grandes peligros del concepto buzón. En Filtra.la no nos dedicamos a eso sino a los buzones de prensa, por los que tú envías una información a la prensa y ellos lo publican contándolo como prefieran. Por otra parte, por eso se lo envías a determinada prensa. En cuanto a las administraciones, creo tan importante la existencia del buzón como el cumplimiento de un protocolo porque ¿qué pasa con la filtración que llega? ¿Quién la ve; cómo la ve; se procesa o no se procesa? Son cuestiones sobre las que hay que trabajar, por difícil que sea, para avanzar y tener tantas garantías en ese procesado como en la propia denuncia.
¿Cómo hacen los periodistas para comprobar la información de una filtración anónima?
De la misma forma que se hace para comprobar una información que te pasa una fuente conocida. Tienes un relato, una serie de datos, y tienes que comprobar que son verdad. Conocer a la fuente puede dar al periodista cierta seguridad pero, antes de publicar, la labor es la misma de siempre: contrastar la información y comprobar su veracidad. Por eso siempre defino el periodismo de filtraciones como el inicio del periodismo de investigación. Por definición, el Periodismo se basa en que -sencillamente-, si no compruebo los datos, no los publico.
¿Cómo puede ayudar una persona que no puede filtrar información, pero quiere colaborar, a destapar ciertas malas prácticas?
Contando que existe ese fenómeno de mala praxis. Hoy disponemos de las posibilidades técnicas para denunciar anónimamente hechos constitutivos de delito mientras se protege al denunciante de posibles persecuciones. Es necesario cambiar el discurso público de que denunciar es algo malo porque todos comprendemos que no es algo deseable, pero sabemos que es necesario. Yo no quiero que haya filtraciones, pero me parecen imprescindibles y me parecen un derecho. Se trata de comprenderlo y contarlo, por muy mesiánico que suene.
¿Qué hay de los lobbies, la falsificación de datos, estudios, contenidos y fuentes, y a partir de qué momento pueden resultar peligrosos para la ciudadanía?
Hay empresas o grupos de empresas que planifican sus acciones para luchar contra las informaciones que les son desfavorables. Esto es manipulación de la opinión pública, es corrupción y es denunciable. Y más allá de descubrir las mentiras institucionales y empresariales, nuestra labor sirve para educar al ciudadano en que sea crítico con la información que recibe. Muchas de las informaciones que recibimos hoy en día están tuneadas o hechas ex profeso, para engañarnos o cambiar nuestro pensamiento.