jueves. 25.04.2024

“La Tierra aguantará, aunque nos la está devolviendo”, critica Antonio Quesada, catedrático de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid y secretario técnico del Comité Polar Español autoridad adscrita al Ministerio de Ciencia e Innovación en conversación con Transversal.

El Ártico será navegable y libre de hielo, al menos, durante cuatro meses. 

La escalada de tensiones por la guerra lanzada por Rusia en Ucrania el pasado 24 de febrero no se comprende sin el Ártico. Un océano y una región cada vez menos helados por el cambio climático y llenos de tensiones fronterizas en las que Moscú está presente en casi todas.

Puntos de fricción diplomática que en el siglo XX eran irrelevantes en el inaccesible océano y gélidos territorios, pero que ahora son el foco de la ambición de Vladímir Putin, que visualiza un Ártico lleno de recursos minerales y naturales para su Gran Rusia. Recursos cuyo control está de fondo de la guerra de Ucrania y que ponen a esta región del mundo como el escenario de una posible Tercera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, detrás del deshielo progresivo del Océano Glacial Ártico se encuentran las potencias ribereñas y sus intereses económicos y comerciales. Este es el contexto en el que, por primera vez en décadas, el Consejo Ártico, el foro internacional en el que convergen Canadá, Dinamarca (Feroe y Groenlandia), Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia, ha suspendido su colaboración hasta 2023 por su condena a la intervención militar del Kremlin. 

Estamos entrando en un bucle muy peligroso

Un oasis de paz que sucumbe a los misiles, que ni siquiera alteró su agenda con motivo de la anexión de Crimea en 2014. En este contexto surgen nuevas inquietudes comerciales y se reorganiza el tablero internacional con un ojo puesto en el clima.

El calentamiento global ha acrecentado la relevancia geopolítica del Ártico debido a que el deshielo de la región facilitará el acceso a nuevas rutas internacionales de transporte, así como a cuantiosos y potenciales recursos naturales. Dice el IPCC, el panel de expertos sobre cambio climático vinculado a la ONU, que el Polo Norte continuará calentándose el doble de rápido que la media del resto del planeta. Se espera que el Ártico esté libre de hielo marino en verano en menos de 25 años. En este contexto, ¿por qué el Ártico tiene ahora más interés que nunca?

Sí, es cierto. Por desgracia la realidad está superando los modelos y ya esperamos que en 2035 se dé la posibilidad de navegación fluida en el Ártico por la falta de hielo. Estamos en una situación en la que la degradación del hielo ártico es heterogénea: se da en unos sitios más que en otros, pero sí que esperamos de que el calentamiento global en el Ártico sea dos o tres grados superiores al resto del planeta.

Esta pérdida de masa helada del Ártico no solo ha supuesto que el mayor “refrigerador global” se halle en peligro, sino que sus efectos van más allá.

Entre ellos, la apertura progresiva de nuevas rutas marítimas para el comercio internacional en el “techo del planeta”, las cuales implican, en teoría, un menor recorrido y una mayor seguridad que las rutas convencionales. Y es en esta idea en la que me gustaría detenerme. En esto nace la Ruta de la Seda Polar, una nueva estrategia comercial de China para procurar una reducción en los costes del transporte de mercancías aprovechando que el Ártico se derrite. En su opinión, ¿Pekín y grandes potencias como EEUU o Rusia podrían estar procurando el deshielo de esta parte del mundo?

Realmente les interesa enormemente, sobre todo, a nivel de Rusia y China, que están muy interesadas en que el deshielo tenga lugar cuanto antes. El papel de Estado Unidos es un poco difícil de explicar y entender. La administración de Donald Trump mantuvo los ojos fuera del Ártico (a excepción del intento de comprar Groenlandia). En Alaska, por ejemplo, no hay puertos para hacer la escala en la región.

Pero fundamentalmente Rusia considera que el Ártico tiene que ser una grandísima despensa de minerales estratégicos y productos energéticos que les permitirá controlar una gran parte entre las rutas comerciales de Asia y Europa, así como la región atlántica de Estados Unidos.

La Federación Rusa no habla de una “ruta de la seda ártica” sino la “Ruta Comercial del Norte” que le permitirá reducir en un 40% los costes de transportes y los tiempos de navegación. Esto tiene unas implicaciones enormes económicas y de reducción de la emisión de carbono. Recordemos que la emisión de carbono por la navegación en el mundo es una de las más importantes.

Las rutas árticas que se están abriendo representan la hucha de Putin, ya que en el Ártico se da más del 70% de la producción de gas natural de Rusia y el 17% de su petróleo. ¿Cuál es el potencial energético de una parte del mundo que el hielo nos hizo olvidar?

Las estimaciones van cambiando con el tiempo. Aparecen nuevos yacimientos y recursos sobre los que todavía hay dudas respecto de su explotabilidad. Antes de que comenzara la pandemia el presidente de Rusia, Vladímir Putin, anunció el descubrimiento de un yacimiento que podría suponer hasta el 3% más de lo que se preveía. Son cantidades inmensas, pero los datos todavía son confusos. Los expertos tienen dudas sobre la existencia de estos yacimientos.

El Ártico es una pieza clave en el tablero geopolítico mundial

Hablamos de gas y petróleo, pero también de los minerales estratégicos. Parece ser que algunas zonas del Ártico ruso son especialmente ricas en ellos. Es extremadamente estratégico.

El proceso de deshielo es indiscutible. ¿Cuáles son los efectos para la vida marina de la zona y para el conjunto del ecosistema mundial?

Los efectos ambientales son enormes. Por un lado, tenemos la reducción del permafrost –el suelo congelado de las zonas polares–, que quedan en la zona de la costa del Ártico y que suponen la aportación, por un lado, de metano y carbono al sistema que acelerará el cambio climático y, por el otro lado, la destrucción de las costas que modifica la vida marina.

A nivel general, en el ámbito marino está cambiando todo el ecosistema. El aumento de temperatura procurará la disminución del hielo y, es posible, que en algunas zonas del Ártico algunas pesquerías como la del bacalao se desplacen.

La alteración del hielo tendrá consecuencias impredecibles

Más allá, está el problema de la acidificación del océano. Disminuye el PH y, entre los efectos, destaca que las conchas de los moluscos tendrán una gran debilidad de reproducción, de forma que esto afectará al ecosistema completo. Los efectos, en general, del deshielo sobre el océano son muy grandes. También habrá modificación en las corrientes que son fundamentales para mantener la vida marina.

¿Europa está perdiendo la oportunidad de liderar el cambio o corre el riesgo de quedarse a merced de China y Rusia?

La relación entre la Unión Europea y Groenlandia –territorio bajo la soberanía de Dinamarca– no es nada fluida. China está aprovechando este vacío con interacciones en la isla a través de la financiación de infraestructuras.

Con esta foto fija, ¿en qué trabajos se centran organismos como el Comité Polar Español o el Comité Ártico para salvaguardar ecosistemas insustituibles como estos?

Nuestro trabajo es coordinar las actividades en las zonas polares. En la Antártida existen dos bases, pero en el Ártico trabajamos en colaboración con otros países de manera que nuestros científicos pueden colaborar con otros expertos.

¿Estamos a tiempo de evitar una catástrofe?

No. Los modelos nos avisan de que se producirá una catástrofe importante.

O actuamos ahora o la catástrofe va a llegar. Mucho se temen los científicos que trabajan en modelización que la realidad superará a los modelos

Ni siquiera los sistemas más modernos son capaces de saber qué va a ocurrir más allá de 2025. No podemos pronosticar entre 2050 hasta 2100. Además, habría que poner en relación la guerra de Rusia en Ucrania con la apertura de nuevas rutas en el Mar del Norte.

Nunca había oído tantas veces hablar de seguridad en el Ártico como en los últimos tres años.

¿Qué soluciones existen? ¿Sería útil crear un tribunal internacional contra los delitos climáticos, como proponen organizaciones y activistas?

Hay que buscar soluciones, pero no son sencillas. Tienen que partir de un reconocimiento del problema por parte de la sociedad y que sea ésta la que exija a los gobernantes que hagan algo al respecto. 

Uno de los grandes problemas de la Ruta Marina del Norte son los accidentes que pueda haber. Desde el punto de vista medioambiental pueden ser muy serios. En una zona con hielo es extremadamente difícil eliminar fugas de petróleo, por ejemplo.

Son accidentes recurrentes y que, cuanto más tráfico haya, más se darán. Todavía no hay un control sobre las rutas comerciales del norte. La situación hoy en día, en cuanto al Ártico, es mala. Tengo una visión optimista desde el punto de vista social. En Europa está cambiando la perspectiva y el público entiende que hay que hacer algo porque es un problema real.

Hay que disminuir las emisiones drásticamente

¿Y qué pasa con acuerdos por el clima como el de París o el ya mítico de Kyoto? Del acuerdo de Glasgow se descolgaron grandes naciones porque sabían que no iban a cumplir y, de hecho, ha dejado de interesarles a países como China o India.

Este tipo de documentos realmente, creo, son muy útiles porque hacen que muchos países se lo tomen en serio y los sigan al pie de la letra. Por ejemplo, las fuentes energéticas que se usan en España han cambiado drásticamente y en otros países europeos es igual.

El problema es que los grandes emisores de carbono no somos nosotros: son Estados Unidos, China o la India y estos países van mucho más despacio respecto a las emisiones de carbono.

La comunidad científica que hace trabajo de campo suele decir que la naturaleza nos está contando una historia. ¿Qué nos dice el Ártico?

El sistema climático del Ártico controla el mundo. Lo que estamos haciendo desde nuestras latitudes nos está volviendo en lo que llamamos la teleconexión. Estamos estropeando la nevera del mundo. Y si no funciona hace variar nuestros climas.

El Ártico no está contando lo que está ocurriendo y nos devuelve lo que le estamos haciendo

Es un toma y daca. Esto hace que las catástrofes climáticas sean cada vez más frecuentes. La mayor parte de los científicos estamos de acuerdo en que uno de los grandes problemas serán los sucesos que desde hace años observamos y que serán cada vez más frecuentes.

¿Veremos finalmente un Ártico sin hielo?

Sí, de eso estoy convencido. Quizás, excepto el núcleo, el Ártico será navegable y libre de hielo, al menos, durante cuatro meses. Los modelos ya nos dicen que será así en 2030. Lo que es la parte asiático-europea estará libre de hielo en un par de décadas.

En una entrevista con Ethic hace apenas unas semanas, la etóloga británica Jane Godall decía algo así como que “en la lucha por el desarrollo económico, el medio ambiente siempre ha salido perdiendo”. ¿Firma usted palabras como estas?

Siempre tenemos un consumo mayor de lo que los sistemas pueden admitir. En sus cuatro mil millones de años la Tierra ha cambiado muchas veces. Ha habido extinciones catastróficas que han acabado con una cantidad enorme de vida, pero siempre se mantiene.

El efecto real que está habiendo sobre el cambio climático se volverá contra nosotros. Vamos a ver cómo estamos extinguiendo la capacidad regenerativa del sistema. Si somos incapaces de permitir que se regeneren, al final, nos la devolverán.

La tierra va a sufrir

Estamos perdiendo una biodiversidad que nos afectará más a nosotros que al sistema. La Tierra aguantará.

¿Podría haber desarrollo económico sin matar al planeta?

Sí, de eso estoy convencido. Simplemente tenemos que respetar nuestras fuentes y reducir el consumo exacerbado. Estamos entrando en un bucle muy peligroso. Exigimos tener de todo, muy barato y ya. Y vemos que cada vez que hay un problema nos afecta a las economías de los países.

No podemos pensar que un producto de medio kilo, producido en China, valga un euro y medio. Simplemente la materia de la que está producido tiene más valor que eso. Tenemos que ser responsables y hacernos conscientes.

 

Antonio Quesada (Comité Polar): “Veremos un Ártico sin hielo en 2030”