jueves. 25.04.2024
ENTREVISTA | Laura Hojman

"Mirar más la colectividad es una de las grandes lecciones machadianas"

Laura Hojman (Sevilla, 1981) es directora de cine y documental. En sus trabajos suelen estar presentes ideas relativas a la memoria histórica, la educación y la cultura. Se fijó en Rubén Darío, más tarde en Antonio Machado y su último trabajo es sobre la desconocida escritora feminista María Lejárraga. Hojman recupera aquellos rincones más oscurecidos del pasado y los ilumina desde su productora independiente, Summer Films, en Sevilla. 
Laura Hojman durante el rodaje de 'A las mujeres de España. María Lejárraga' | Curro Medina
Laura Hojman durante el rodaje de 'A las mujeres de España. María Lejárraga' | Curro Medina

La cineasta sevillana comprende que el séptimo arte tiene el potencial de generar "cambios sociales" y es para ella su medio de expresión, en el que no pocas veces da cuenta de su compromiso con "la justicia, con lo social, con la igualdad". Quizás por ello una de sus motivaciones es hacer reflexionar sobre las mujeres que, aún teniendo un papel fundamental en la historia de España, no son reconocidas por la historia oficial: es necesario que sean "rescatadas, escuchadas y recogidas". Es consciente de que la pérdida de estos referentes implica, en última instancia, de que "se nos ha robado a hombres y a mujeres un legado cultural valiosísimo".

Cualquier país justo, avanzado e igualitario necesita revisar su historia y elaborar una con mucho más rigor en la que se incluya a la mitad de la población, que somos las mujeres

La memoria histórica es una cuestión humanitaria para Hojman que requiere mucha pedagogía, y más en estos tiempos. Pero cree que debería ser cimentada desde el consenso y la honestidad, "ojo, no desde la venganza", para cualquier sociedad que quiera sanar y cerrar heridas del pasado que permanecen abiertas.

El documental A las mujeres de España. María Lejárraga (2022)

Recientemente presentaste ‘A las mujeres de España. María Lejárraga’, un documental sobre la recuperación de la memoria histórica de la mujer. ¿Cómo diste con la figura de María Lejárraga? 

Conocí a María Lejárraga a través de otra mujer granaína, Antonina Rodrigo, una mujer que hay que reivindicar porque ha hecho un trabajo fantástico en tanto a la memoria histórica de la mujer. Ella ha sacado del olvido a muchas mujeres que jugaron un papel fundamental en nuestra historia. Rodrigo escribió una fantástica biografía sobre Lejárraga (María Lejárraga: Una mujer en la sombra) y así conocí su figura. A partir de ahí empecé a leer muchos estudios más, como los de Patricia W. O'Connor, como los de Alda Blanco, como las obras de Vanessa Monfort y me quedé absolutamente fascinada. El enamoramiento fue inmediato y siempre digo que fue una sensación compleja porque por una parte fue la fascinación por la figura de María, por su obra y por su vida, pero también fue una especie de rabia o de enfado porque no entendía cómo era posible que en España, María Lejárraga, una figura como ella, importante no solo para la literatura sino para nuestra historia en lo político y en lo social, fuera prácticamente una desconocida. Ese fue el clic que me hizo lanzarme a escribir este documental y a decir: “¡Es que esto hay que contarlo!”. No me lo tomé tanto como un proyecto cinematográfico: era más una sensación de deber, de responsabilidad social con nuestra historia, con nuestra memoria.

Yo creo mucho en el poder del cine como elemento de cambio social y así me lo tomé. La intención de hacer el documental fue doble: por una parte dar a conocer la figura de María Lejárraga, pero por otra invitar a la reflexión porque ya es hora de que todas estas mujeres que pertenecen a nuestra historia y tuvieron un papel fundamental en ella empiecen a ser rescatadas, escuchadas y recogidas el la historia oficial: en los libros de texto, en los programas educativos, porque cualquier país justo, avanzado, igualitario necesita revisar su historia y elaborar una historia con mucho más rigor en la que se incluya a la mitad de la población que somos las mujeres. 

Cuando se publicó Cartas a la mujer de España en España, doce años antes que Una habitación propia de Virgina Woolf, María Lejárraga ya apunta muchas cosas que después retomarían otras feministas, entre ellas la propia Woolf, como es los conceptos del espacio propio y del tiempo propio

¿Qué es lo que más te impactó de la figura de María Lejárraga? ¿Qué te cautivó de ella? 

Me cautivó. Es imposible leer a María Lejárraga y no enamorarse de ella, porque aparte de tener una vida fascinante y un papel fundamental en muchísimos aspectos de nuestra historia y de nuestra literatura, porque escribía maravillosamente, era muy buena. El drama de que se nos hayan ocultado estas figuras no es sólo por la pérdida de referentes, que también, sino porque se nos ha robado a hombres y a mujeres un legado cultural valiosísimo. De la obra de Lejárraga me impactaron muchísimas cosas. Por ejemplo, que fuera la autora de grandes clásicos de nuestra literatura, como puede ser Canción de cuna, una película que ya había visto la versión de José Luis Garci en el cine cuando era pequeña y me había encantado, pero no tenía ni idea de que había sido escrita por una mujer: por ella. También los libretos de Joaquín Turina o de Manuel de Falla, o El amor brujo, que había visto muchas veces y no tenía ni idea de que el libreto era de María Lejárraga.

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Laura Hojman durante el rodaje de 'A las mujeres de España. María Lejárraga' junto a la ex alcaldesa Manuela Carmena | Foto: Curro Medina

Me impactó su papel como feminista, como sufragista, siendo una mujer muy influyente en los años 20 y 30, su modernidad. Cuando leí Cartas a la mujer de España, para mí uno de los mejores ensayos sobre feminismo que se habían publicado, me impactó su tremenda modernidad, las ideas que lanza que son revolucionarias incluso hoy. Se publicaron en España doce años antes que Una habitación propia de Virgina Woolf y es impresionante porque María ya apunta en este libro muchas cosas que después retomarían otras feministas, entre ellas la propia Woolf, como es el concepto del espacio propio y del tiempo propio. Sobre todo, me impactó muchísimo esa España que desconocemos, que nos han hecho desconocer, la España que caminaba hacia un lugar mucho más libre, moderno, avanzado, feminista: es la España a la que pertenecieron mujeres como María Lejárraga, entre muchísimas otras que desconocemos porque han quedado en el olvido, y que representan un momento histórico absolutamente luminoso. 

No fui consciente de que la sociedad era tan machista hasta que empecé a trabajar en el audiovisual

Sobre el hecho de elegir siempre un cine documental comprometido con causas sociales y me atrevería a decir antifascista, ¿qué implicaciones tiene esto en relación a la financiación de los proyectos?

No entiendo la vida sin compromiso y, por lo tanto, tampoco podría entender el cine sin este mismo compromiso con la justicia, con lo social, con la igualdad: con las cosas que me interesan. El cine es mi medio de expresión y vuelvo en él todas las cosas que me mueven, que me importan. Hasta ahora puedo decir que he tenido apoyo tanto de las televisiones públicas, tanto de Canal Sur como de Televisión Española, y también de las ayudas públicas, y espero que siga siendo así. 

¿Crees que en España hemos avanzado en materia de recuperación de la memoria histórica en los últimos años? ¿Qué iniciativas se podrían llevar a cabo desde la política para darle un empujón a este aspecto fundamental de la democracia?

Hemos avanzado en la recuperación de la memoria histórica en los últimos años muy poquito a poco, pero también creo que está en grave peligro. El panorama político actual me asusta bastante en este sentido. Me da mucha pena, porque esto debería ser un tema de consenso. Es importante mirar al pasado, mirar a nuestra propia historia, desde la justicia, ojo, no desde la venganza: esto es fundamental para cualquier sociedad que quiera crecer y que quiera avanzar.

Se habla a veces de reabrir las heridas, pero yo creo que es justamente lo contrario, se trata de cerrarlas. Para que las heridas puedan cerrarse tienen que sanarse y repararse ese dolor y esto no se puede hacer negando la justicia y mirando para otro lado. Esto tiene que hacerse mirando de frente a nuestra propia historia, aceptando los errores, dando dignidad a tantas familias que no han podido recuperar los cuerpos de sus familiares y que tienen todo el derecho a poder darles una sepultura digna y poder tener un lugar donde honrarlos y recordarlos, esto es una cuestión humanitaria. 

No se trata de signos políticos, se trata de humanidad y de justicia y esto, cualquier país democrático, debería tenerlo muy claro y debería ser un tema de consenso

Me da mucha pena que esto se utilice como un arma y que esté en peligro y dice muy poco de nosotros como país. Desde la política se debe entender qué es la memoria histórica, que no es más que un acto de justicia y en el que todos los partidos deberían tener un consenso y un sentido democrático. No puedo ser optimista en este sentido porque el panorama me asusta. Hay que hacer mucha pedagogía sobre lo que significa la memoria histórica y concienciarnos de la importancia. 

El documental Antonio Machado. Los días azules (2020)

¿Se puede morir uno de la pena? ¿Qué tiene de cierto en ese dicho? 

Yo sí que creo que se puede morir de dolor. Él mismo lo dijo en una entrevista cuando iba a tener que abandonar Barcelona porque se veía que se había perdido la guerra y él le dice a un periodista: “Yo sé que el exilio me matará”. Es cierto que todo el camino del exilio fue muy duro, él ya iba enfermo, con una condiciones famélicas, horribles, que por supuesto le perjudicaron a la salud. Prácticamente a los veinte días de llegar a Coilloure él muere, su madre muere dos días después. Sí que creo que se puede morir de dolor porque lo que tenía Antonio Machado es un dolor profundo por la pérdida del fracaso de un proyecto ilusionante, por su hermano Manuel, que se queda como un poeta voz de los fascistas y yo creo que eso a él le afectó muchísimo.

El mito de la Andalucía festiva, alegre, de feria. ¿Desde tu punto de vista, es una representación justa de Andalucía? ¿Cómo es el cliché andaluz? 

Pues es precisamente eso: un cliché. Yo he tratado de luchar mucho desde siempre, desde lo personal e incluso desde el cine. Nosotros con la productora hicimos una película que se llama Una vez más, está rodada en Sevilla y todo transcurre en la ciudad. Es una historia generacional, de una chica que se fue a Londres a buscar un trabajo y ahora tiene que volver y reencontrarse con la ciudad y con el pasado. Es un paseo durante un día, un chico y una chica por la ciudad. Lo que hicimos simplemente fue reflejar la ciudad nuestra, la que vivimos, los bares a los que vamos, las librerías a las que entramos, los sitios por donde paseamos. Nos llamaba mucho la atención que, en todas las presentaciones, los coloquios o las críticas, la gente comentaba eso: que era la primera vez o de las pocas veces en las que se mostraba esa Sevilla real alejada de los tópicos. Porque la representación de Sevilla en el cine siempre se va, o bien al lumpen, las 3.000 viviendas, de la droga o a lo folclórico y realmente está muy muy poco representada la Sevilla normal, o la real, más bien. Este es un tópico con el que yo, desde lo personal, y desde nuestro propio trabajo, tratamos de romper porque no tiene nada que ver con la realidad.

Al ver el documental Las Flores Azules, uno piensa en la idea de ciudadano español que tenía Machado sobre España y sus andanzas como maestro haciendo militancia política. Sería valioso recuperar esa “política educativa machadiana”, que tal y como Manuel Machado expresó, quizás ¿estamos tendiendo más a la producción de la alta cultura que a la difusión de la cultura media?

Esta es una de las razones por las que yo hice el documental, yo siempre digo que nunca he querido hacer una biografía. Para mí no tendría sino “usar” la historia de Antonio Machado, de los Machado, de su familia, para hacer una reflexión de temas que están en la actualidad, que nos hablan de nuestros días. Y uno de estos temas, precisamente era el de la cultura y la educación.

Lo que quise plantear es qué hemos hecho en este país con la cultura y la educación  y qué seguimos haciendo

Para ello quise contar cosas que se hicieron en este país, como fue el Instituto Libre de Enseñanza, un proyecto súper moderno en nuestros tiempos. Incluso ahora, en nuestros días, sería modernísimo, como las ambiciones pedagógicas, y eso era “hacer país”, “hacer patria”.

Hoy en día se tiene el concepto de patria como "a ver quién sostiene o quién pone la bandera más grande"

Creo que hacer patria en ese momento era eso: llevar la cultura y la educación por las aldeas más alejadas, donde no llegaba el cine, la música… Y pues este grupo de intelectuales iba llevando reproducciones del Museo del Prado, los discos, los libros: eran bibliotecas ambulantes. Eso era educación: hacer educación y cultura desde la política, porque yo creo que la cultura es política. Política bien entendida, de lo que debiera ser la política. Es algo de lo que quise hablar en el documental, y una de las razones fundamentales pasaba por decir: "Esto se estaba haciendo hace 80 años y qué pena que se haya perdido, porque mira el país que pudimos ser". 

Jardines llenos de flores y limoneros… ¿Puedes contarnos un poco cómo fueron esos rodajes?

Pues la verdad es que es algo que a mí me gusta mucho hacer y trabajar con mi director de fotografía, Jesús Perujo. Yo soy fotógrafa también y la verdad es que para mí la imagen de la vegetación, las flores, los árboles hacen uno de mis temas recurrentes. Y me di el gusto en el documental de hacer un poco lo que a mí me gusta. Pero sí tenía un sentido en el documental, yo quería que la naturaleza estuviera presente de alguna forma, que esos jardines y esos limoneros fueran una constante a lo largo de toda la narrativa, porque forman una parte muy importante de la personalidad de Machado. Machado creció en esos jardines que decía como el jardín del Cantar de los cantares. Fue un hombre que tuvo un paraíso perdido y esos jardines, esos limoneros, esas fuentes se quedaron para siempre en la memoria de Machado. Y van a estar recurrentemente en todos sus poemas, durante toda su carrera y hasta el último verso que escribió antes de morir: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Siempre aparecen ahí como un paraíso perdido que lo marcó muchísimo. Yo sí que quería que en el documental siempre estuvieran presentes, de forma recurrente, como para indicar ese paraíso. La estructura del documental está narrada así, como un viaje de ida y vuelta y al final, de alguna forma, -no quiero hacer spoiler- (y ríe) que esos limoneros aparecieran también para recoger su legado. 

¿Hay necesidad de hacer cine en España con perspectiva de memoria histórica? ¿Cómo puede el cine convertirse en una herramienta que sirva a la memoria colectiva del país? 

Creo que es muy importante. De hecho, yo considero que mi documental habla de memoria histórica. Es muy muy importante. En alguna proyección del documental en cine a la que he podido ir, veo momentos muy emocionantes de personas que, tras la proyección, con lágrimas en los ojos, me decían: “Gracias, gracias por haber hecho eso. En mi familia tengo a un familiar en la cuneta y nunca se nos ha permitido hablar de eso”.

Es importante la reparación de ese dolor, sobre todo, para hacer justicia, porque las cosas de las que no se puede hablar, no existen

Hay muchas personas que no han podido recuperar el cuerpo de sus familiares para darles un entierro digno. Eso es tan importante, tan humano que por supuesto creo que hay que hacer memoria, porque sin memoria no hay justicia. No creo en la venganza, pero sí creo en la justicia y en la reparación del dolor para poder seguir adelante. No creo, como se dice muchas veces, que hablar de memoria histórica sea reabrir heridas, no. Creo que es precisamente lo contrario, es el camino para poder cerrarla y seguir avanzando. 

Alguna vez has explicado que te gusta “contar-te” en las historias, sacar algo de ti a través de los personajes. ¿Cuánto de Laura Hojman hay en la representación de Antonio Machado en Las Flores Azules?

Hay mucho. La verdad es que yo me expongo mucho en todo lo que hago y he trabajado, mucho antes de dirigir, como guionista. No sé hacerlo de otra forma, además así es fácil conectar desde el punto de vista emocional. Y en Antonio Machado hay mucho de mí, mucho. Sobre todo, en ese Machado más íntimo en su vertiente lírica, ese Machado un poco melancólico, tímido, soñador, yo me reconozco mucho en él. En las imágenes con las que he querido dibujar su forma me reconozco mucho y me siento muy cerca. También su vertiente más política y crítica, es una firme creencia con la que me siento muy identificada. Esa idea de salir un poco de lo individual y mirar por lo social, que decía Machado de plenalidad militante o de vivir con los ojos abiertos: esto parece para mí una lección machadiana. Para mí fue una revolución leerle y aprendí eso de dejar de vivir en paraísos perdidos, dejar de recrearse en la melancolía y abrir los ojos al mundo de verdad y poder decir: “¿Qué puedo hacer yo por el otro?”. Mirar más la colectividad para mí es una de las grandes lecciones machadianas y eso lo llevo muy profundo. 

Cinematografía y feminismo

¿Qué es lo que está mal en el campo de la cinematografía?

Están mal muchas cosas. Desde los propios medios hasta encontrar financiación: es muy complicado hacer cine en España. Existe este mito de las subvenciones, un mito que denota el desconocimiento de la industria audiovisual porque, si lo comparamos con el presupuesto que se dedica al cine en los países europeos, en España es ínfimo y es muy difícil, sobre todo para productoras pequeñas que hacen cine independiente, es muy complicado. Para empezar, creo que todo el cine es rentable si se le da opción y se acompaña con buenas herramientas.

En esta profesión te desesperas y te dan ganas de tirar la toalla. Es triste y es un signo del poco valor que se le da en este país a la cultura

Creo que hay público para todo y que el cine de cultura es industria y, como industria, es un tejido productivo que crea puestos de trabajo y no sólo los valores culturales, sino que crea redes empresariales y valor económico para el país, algo que tendrían que tener los políticos en cuenta. Nosotros nos llevamos cinco años para encontrar financiación y al final lo rodamos con la ayuda de una televisión, con un presupuesto muy bajito. 

El techo de cristal en el cine, ¿cuál es la estrategia para traspasarlo? ¿Tienes alguna anécdota en la que puedas ilustrar las situaciones de desigualdad que se viven en el cine documental?

Yo lo he conseguido, pero mi trabajo me ha costado. Estoy un poco con pies de plomo al hablar de estas cosas. No fui consciente de que la sociedad era tan machista hasta que empecé a trabajar en el audiovisual. Como persona y como mujer que son compartidas y forman parte de la historia de todas las mujeres. Las mujeres tenemos que estar peleando por estar y porque haya mujeres guionistas y directoras. Todas la historia del cine que es la que nos ha ido conformando desde que somos niños, tanto hombres como mujeres está hecha por hombres, está escrita por hombres y contada por hombres. Al final esto nos condiciona nuestros valores, nuestras creencias sobre la masculinidad, sobre la feminidad. Parece que, poquito a poco, tímidamente, empieza la cosa a cambiar: hay ya mujeres guionistas, directoras, guionistas y estamos todavía en una clarísima minoría.

Es muy importante, no sólo para que haya referentes de la nueva generación -porque cuando yo era pequeñita no había referentes de mujeres cineastas- y para que podamos cambiar el relato, que es muy necesario ofrecer historias y personajes mucho más reales que ya no estén dentro de esa visión patriarcal donde la mujer no necesite ser siempre salvada. Un punto de vista desde el que los hombres puedan ser débiles, no tengan que ser héroes ni salvar a nadie a través del amor, que puedan ser vulnerables. Se habla mucho de las mujeres, pero creo que este cine también puede ser muy dañino para los hombres. Entonces tenemos esa obligación de contar otras historias, con otra mirada, proyectando nuestra propia mirada y será beneficiosa para la sociedad. 

Y como anécdotas, por ejemplo, mi socio Guillermo Rojas estaba en esto del cine antes que yo, yo llegué más tarde, además hemos sido pareja durante mucho tiempo. Y siempre que hemos ido los dos a un festival o a un evento del cine, yo como directora, me acuerdo con mi anterior documental, Tierras Solares, saludaban a Guille y daban por sentado que yo era la pareja de Guille y en este caso Guille era mi acompañante. O de llegar a un festival  y que se dirigieran a Guille y le dijeran: “¡Hombre, a esta chica tan guapa le habrás dado un papel en tu película!”. Comentarios así... un montón. 

Otro día él dirigiendo y yo estaba de realizadora con un equipo de hombres y que me preguntaran: ¿Tú eres la maquilladora, verdad?

Es muy difícil llegar a la fórmula de hacerte respetar y al mismo tiempo no darle pie para que te llamen loca, es un equilibrio muy complicado. Las primeras veces que dirigía llegaba a ser demasiado dura, y al final me enfadaba porque me decía: “Es que yo no soy así”. No soy nada autoritaria y a veces para hacerte respetar parece que te obligan a ponerte esa coraza de dureza. Con el tiempo he conseguido quitarla, he conseguido ser yo, soy exigente dirigiendo pero tengo un trato amable, cariñoso, me gustan los cuidados y los cariños en los rodajes. No creo nada en los gritos ni en las malas formas, pero sí creo en el respeto. Siempre hay que estar en una línea, en un equilibrio que es complicado llegar, se aprende con la práctica, con muchos palos, equivocaciones y con mucho ensayo y error.

Hay ciertos comentarios que nos hacen solo a nosotras. Una llega a la meta cansada y quemada, porque hemos tenido que vivir toda una serie de experiencias que nos queman

Pero nuestra fortaleza es hacer ese trabajo de no permitir que eso nos queme, que eso nos aparte, y poder seguir en el camino haciéndonos respetar, no desde el conflicto sino desde el feminismo: los cuidados, la escucha, educar con las palabras. Para mí el feminismo ha sido una gran herramienta de ayuda, de empoderamiento. Yo entiendo el buen feminismo desde un punto más tranquilo, en el que no hay que bajar la guardia, en el que tenemos que hacernos respetar. Me pasa con compañeras que dicen: “A mí esto nunca me ha pasado, nunca he tenido un problema”. Lo que trato de hacer es un poco de ejercicio, porque yo también estuve ahí, entonces lo que hablo es comprender, educar y hablar, pero desde la tranquilidad, porque si no, nos estamos tirando piedras sobre nuestro propio trabajo. 

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Laura Hojman durante el rodaje de A las mujeres de España. María Lejárraga al lado de la escritora Remedios Zafra | Curro Medina

 ¿Qué autoras feministas te han ayudado en este proceso del que hablas?

Algo que fue para mí revelador fue la obra de teatro Jauría, en el teatro Kamikaze. Salí llorando de la rabia con una impotencia que me llegó a lo más profundo. Más allá de tratar el caso concreto de la Manada, es una obra que nos está poniendo en nuestras narices todo lo que hemos normalizado como sociedad. Para mí fue un shock que me hizo recordar muchas cosas que yo he vivido en mi adolescencia, muchas cosas que tragué como normales, muchos comportamientos de los que eran mis amigos que yo pensé como normales, muchas situaciones de abuso que yo normalicé, porque pensé que era una broma, una gracia. Me impactó mucho, fue como una terapia de choque esa obra porque me hizo abrir los ojos con toda la injusticia que hemos tenido que tragar las mujeres desde que somos pequeñas, y cómo la sociedad las ha normalizado y nos ha culpabilizado por ello. Últimamente estoy leyendo mucho a una autora que se llama Coral Herrera, que me ayudó a comprender el funcionamiento del amor romántico y de lo dañino que es, y a entender el amor desde la parte más sana. 

Hay dos libros que me han gustado mucho de otra vertiente, que es la del sexo. Por ejemplo, Sex-oh! es de una ilustradora que se llama Lyona. En este libro desde un tono joven, fresco y simpático hacen una revisión de la sexualidad de la mujer y cómo la sexualidad a lo largo de la historia ha estado enfocada al placer de los hombres y se ha olvidado por completo de toda la sexualidad femenina, desde algo tan básico como es la biología, en lo reproductivo biológico. Si tuviera una hermana pequeñita, le recomendaría este libro. 

¿Una directora de fotografía con la que te gustaría trabajar?

Hay pocas directoras de fotografía, es complicado. Hay una directora de fotografía que trabajó en la última película de Isabel Coixet, Eloísa Marcela, que me pareció que hizo un trabajo fantástico. Yo trabajo con una directora, Pilar Angulo, que hace un trabajo también fantástico. Directora de fotografía y guionista es Bea Hohenleiter que es un chica muy joven pero llena de talento.

Los fotógrafos Adonis Macías y Bea Hohenleiter junto a Laura Hojman durante la grabación del documental A las mujeres de España. María Lejárraga | Curro Medina
Los fotógrafos Adonis Macías y Bea Hohenleiter junto a Laura Hojman durante la grabación del documental 'A las mujeres de España. María Lejárraga' | Curro Medina

¿Guardas alguna tradición judía? ¿Consideras que está presente en tu día a día?

Mi abuela era judía pero nació en un pueblecito cerca de Ucrania y durante la primera guerra mundial deciden emigrar a Buenos Aires y mi abuelo también venía de las colonias judías, él nació en Colonia Clara. 

Mi familia siempre fue atea, pero sí muy judía en la tradición, en lo cultural. En la dictadura argentina, el hermano de mi padre fue uno de los primeros desaparecidos y mi padre tuvo que exiliarse. Llegó a Barcelona pero hizo la universidad en Sevilla. 

Te he escuchado decir que te gusta mucho Keira Knightley. ¿Qué es lo que te gusta de ella?

Sí, bueno, más que con Keira Knightley es con John Carney: es uno de mis directores favoritos. He visto todas sus películas y todas me agarran el corazón: Once, Sing Street y Begin Again… es una película que me encantó. Nos gustó mucho a los dos, a Guille y a mí. Y cuando estábamos buscando el look de Abril, en  Una vez más, yo era la directora de vestuario y me inspiré mucho en el personaje de Keira Knightley en Begin Again. Pensé que el estilo de ella le iba muy bien a Abril porque quería que llevase un estilo muy relajado, de calle, moderna que viene de Londres con zapatos planos, cómoda... como pisando fuerte. 

 

¿Intentas aplicar el Test de Bechdel a tus trabajos?

La verdad es que no, sale natural y creo que es maravilloso. Que los personajes femeninos no busquen el amor, que sus conversaciones no sean todas sobre hombres. No es premeditado, nos sale natural. 

Sobre el sexo en el cine y cómo representa el cine la sexualidad femenina. ¿Hace cuánto no vemos un orgasmo femenino, fuera de los estereotipos o universalizada?

Totalmente, toda la razón. Estoy escribiendo mi primera película ficción y una de las primeras cosas que decidí es que iba a escribir una escena de sexo, porque efectivamente creo que de las pocas veces que yo he visto una escena de sexo bien contada, real, desde el punto de vista de la mujer, es en una serie de Isabel Coixet, en Foodie Love. Una de las cosas que más me gustó de la serie es cómo estaban trabajadas las relaciones sexuales. En el cine las escenas de sexo han sido contadas por hombres: en ellas se han proyectado los deseos del hombre. Hemos crecido pensando que el sexo era eso y hemos llevado eso a la práctica y eso es de una de las cosas que hay cambiar. El sexo es una de las cosas que tenemos que contar desde nuestra mirada femenina, porque nos está haciendo daño.  

¿Qué te interesa de lo que se está haciendo en el campo del cine o artístico en Latinoamérica?

Soy muy fan del cine documental latinoamericano, en particular de Patricio Guzmán es una grandísima referencia. He trabajado en el festival iberoamericano de Huelva y es algo con lo que estoy muy en contacto. Autores latinoamericanos también leo mucho y, teniendo un padre argentino, he tenido muy cerca lo latinoamericano. De Patricio Guzmán destacaría La sal de la tierra y El botón de Nácar. Guzmán coge un elemento de la tierra y a través de la belleza te mete en las entrañas del mundo y desde ahí te habla de la situación política en Chile de la dictadura o de los desaparecidos de Pinochet. Lo hace de una manera tan sutil y tan bella que me parece un maestro del lenguaje. 

¿Qué conexiones encuentras entre Andalucía y Latinoamérica? 

Tú vas a Cádiz y te recuerda a Buenos Aires, a Montevideo. Por ejemplo, en el documental Tierras Solares, que veía esos viajes de Rubén Darío por Andalucía, traté de establecer esa relación. A mí me gusta mucho cómo a través de la poesía, ese libro azul de Rubén Darío, un poeta nicaragüense que llega a España y cala mucho en Andalucía. Fue él quien rompió el tópico de la Andalucía festiva, para hablar de la tristeza de Andalucía. De repente, entre poetas andaluces como Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado ven en Rubén Darío un adalid. Ese modernismo caló mucho en Andalucía. 

Un libro.

Apropiación indebida, de Helena Anderson.

Una tonalidad de colores.

El azul, siempre.

¿Un sueño?

Tener una casita en la playa y escaparme y hacerme paseítos por el mar.

Un poema de Machado.

El que le dedica a Lorca: El crimen fue en Granada.

Una actriz.

Silvia Costa.

Una bebida.

El vino.

Una canción.

Starlight de Muse.

¿Algo que echas de menos?

Una vida más ordenada, bajar a leer al sol a un parquecito.

¿Algo que echas de más?

El estrés, la sobrecarga de trabajo, el teléfono.

Una ciudad...

Buenos Aires.

¿Notas en el móvil o cuaderno y boli?

Boli y cuaderno.

 

"Mirar más la colectividad es una de las grandes lecciones machadianas"