La filósofa Adela Cortina. El escritor y también filósofo Fernando Savater, adscrito a Ciudadanos. Juantxo López, de Equo. Todos forman parte del consejo editorial de Ethic. ¿De qué manera incide esa diversidad de opiniones e ideologías en la línea editorial –y por tanto en los contenidos– de la revista?
La relación con el consejo editorial es bastante cercana y muy activa. Por ejemplo, Fernando Savater y Juantxo López de Uralde son una inspiración para muchas de nuestras piezas. Respecto a la diversidad de las voces, eso es algo que forma parte de Ethic. Más allá de la calidad informativa, tenemos claro que el diálogo es clave, no solo en política, sino también a la hora de poner en marcha un medio de comunicación e incluso en el día a día de la redacción. Más allá de las ideologías están los diferentes campos y áreas del conocimiento. Queremos poner en común voces de académicos, filósofos, científicos y periodistas, ya sea a través de workshops u otros eventos o como fuentes para nuestros artículos.
¿Qué poder de elección tienen sobre los temas que se publican?
Nuestro consejo editorial sirve de apoyo para elaborar ciertas piezas, pero son voces de consulta que no tienen poder para marcar nuestra línea editorial. La planificación de contenidos y el trabajo diario lo lleva la redacción.
"El cambio climático, la lucha contra la pobreza, la revolución tecnológica, la cultura de la diversidad, la transparencia y la democracia digital: esas son nuestras coordenadas"
¿Qué diferencias encuentras entre un medio como Ethic, que escoge su propia agenda de temas, y otro cuyas publicaciones están bajo el dictado de la Agenda Setting?
Contamos con una ventaja innegable: el formato revista. A diferencia de un medio generalista, esto nos permite distanciarnos de la actualidad para analizarla. Creo que más allá de la periodicidad y de los temas, lo que nos distingue es la forma de enfocarlos. El hecho de que no seamos un medio de actualidad no implica que vivamos en reposo.
¿Cuáles son los temas principales que trata Ethic?
Categorizamos la revista como especializada en sostenibilidad, por lo que los temas están muy alineados con la agenda de los objetivos de desarrollo sostenible. El cambio climático, la lucha contra la pobreza, la revolución tecnológica, la cultura de la diversidad, la transparencia y la democracia digital: esas son nuestras coordenadas. La diferencia está en el enfoque.
Antes hablabas de un concepto interesante, el "periodismo lento".
Es un término que acuñó la profesora Susan Greenberg, de la Universidad de Roehampton, en 2007. "Periodismo lento" o slow journalism. En la era del clickbait, de ese periodismo que te exige estar siempre en primera línea, de convertirte en el primero en ser leído, creo que hay que reivindicar un periodismo analítico y sosegado que ayude a crear conocimiento más allá de limitarse a informar.
El "periodismo lento", por tanto, no tiene tanto que ver con la cuestión temporal sino con la mirada. La razón de ser del periodismo como servicio público se relaciona con la toma de consciencia de nuestro poder como creadores de opinión. Es una cuestión que va más allá de lo temporal y que tiene que ver con la elaboración de contenidos con sentido, con una dirección concreta y donde se es consciente del impacto que se busca generar.
Desde nuestra posición reducida como revista sabemos que no vamos a ser artífices de grandes cambios, pero creemos que nuestra contribución es necesaria. Al final, se trata de crear opinión y sobre todo interés y responsabilidad ciudadana en torno a los objetivos de desarrollo sostenible. Conseguir que los ciudadanos empaticen con unos contenidos que hace cinco o diez años le quedaban como algo muy lejano. Ahora hablamos constantemente de cambio climático y de biodiversidad. Los periodistas podemos ponernos un pin por haber logrado vincular estos temas con la propia supervivencia de las personas.
Sin embargo, es evidente que existe un pesimismo crónico entre los periodistas sobre el futuro del oficio. ¿Cómo imaginas nuestra labor dentro de unos años?
Ese pensamiento no se reduce solo al periodismo, sino a la ciudadanía en general. Nosotros hemos limado y huido de las visiones dramáticas del fin del mundo, de la foto del oso polar famélico, y hemos optado por enfoques que al ciudadano le llegan con más impacto. En Ethic planteamos un enfoque constructivo de la información. No somos alarmistas, sino que creemos que el futuro será un poquito más luminoso. En cualquier caso, es difícil analizar el futuro, porque nos encontramos en un momento de cambios muy delicado. No sé cómo la postverdad va a perjudicar al periodismo y a la propia sostenibilidad de las sociedades. ¡No sé si dentro de veinte años estaremos aquí! (Risas)
"Los temas climáticos trascienden cualquier tipo de ideología"
Confío en que la agenda de desarrollo sostenible que apoyamos, defendemos y abordamos se haya cumplido y que los ciudadanos –y aquí son importantes los micropoderes de los que hablaba Moisés Naim– nos demos cuenta de que existen y deben cumplirse. Aunque Trump diga que se sale del Acuerdo de París, muchas ciudades estadounidenses responderán: "Bueno, tú te sales, pero nosotros, con nuestras políticas, vamos a defenderlo y a intentar alcanzar esos objetivos". Aún no sabemos cómo van a evolucionar los poderes líquidos.
Existen negacionistas climáticos o personas que, simplemente, consideran que el calentamiento global se trata de un problema ajeno a sus vidas, que no les afecta directamente. ¿Cómo llegar a esos lectores y contrarrestar el negacionismo de otros?
Basándonos en la ciencia. Algo que, parece mentira, hay que recordar constantemente, porque hay quienes también rechazan directamente las evidencias científicas. Hablar con expertos, documentarse, buscar el equilibrio entre no dramatizar en exceso pero ser realistas. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que la salud es un tema que le importa mucho al ciudadano. Relacionar ciertos temas como la contaminación y la salud es útil para que lleguen los mensajes.
¿Los medios de comunicación han realizado una buena cobertura respecto a los incendios del Amazonas?
Es una pregunta complicada. Si contrastamos la información que nos llega ahora con la de hace diez años, por supuesto que no habría sido ni tan consistente ni tan rica. Los incendios del Amazonas han tenido mucha cobertura, pero también creo que, por el dramatismo del asunto, no se ha hecho un análisis retrospectivo. Además, hay interferencias en el análisis de las causas. Al final se habla de Bolsonaro, de sus políticas y de cómo han afectado, y por supuesto que tienen parte de verdad, pero hay otra parte, como las sequías y el cambio climático, de las que no se habla tanto. Creo que se unen una serie de factores que deberían ser analizados con más profundidad.
Primero se ha hablado mucho del Amazonas y de la responsabilidad de Bolsonaro, pero apenas se ha mencionado a Evo Morales y su polémico decreto 3973, que permite la quema de tierras de producción de manera “controlada” y que supuestamente ha sido otro de los focos de incendios en Bolivia. Tampoco se mencionaron al principio, y ya se sabía por las imágenes satelitales, los miles de focos que había Angola, República Democrática del Congo, Zambia o Sudáfrica, por no hablar de los de Siberia, India o Australia. ¿Crees que los medios disparan contra Bolsonaro por su ideología y manera de comportarse? ¿Hay una carga ideológica detrás de toda esta presión internacional?
Los medios, en esta era del clickbait, buscan el titular efectista. Los Bolsonaros y los Trumps venden mucho. Sin embargo, hay medios como The Conversation, cuya estructura es prácticamente un plantel de científicos, que analizan este tipo de temas, ayudan a distanciarnos del titular morboso –por muy real que sea– y analizan los temas con mayor amplitud. Respecto a la carga ideológica, sí que la hay, pero a nivel global y nacional los temas climáticos trascienden cualquier tipo de ideología. No digo que no estén vinculados, pues hay ciertas corrientes de pensamiento relacionadas con ciertas maneras de entender los entornos y el desarrollo sostenible, pero lo que está claro es que tiene que llegar el momento en el que podamos informar de asuntos climáticos sin caer en efectismos basados en ideologías. Yo insisto en que la ideologización del cambio climático tiene los días contados, porque al final la ciencia pesa más en la balanza. Y ya sea por evidencias o por el propio temor a los riesgos naturales como humanos y económicos que puede traer este drama, llegará un momento en el que dejemos de negarlo.
Semanas atrás, el senador Francisco José Alcaraz, de Vox, se negaba a firmar una declaración del Senado por incluir términos como "cambio climático", demasiado progresistas, según él. Muchos asocian políticas medioambientales a movimientos progresistas y de izquierdas. ¿Por qué se está alimentando esta idea entre gente más conservadora?
Yo creo que ejemplos como Madrid Central son simbólicos. Un gobierno plantea una medida e independientemente de que sea mejor, peor o más o menos efectiva, tiene un objetivo necesario y bueno para la salud de los ciudadanos y del medio ambiente. Entonces, de repente, llega otro gobierno y lo intenta desmantelar por el único hecho de haberlo lanzado un partido de la oposición. Lo que está claro es que Europa exige una serie de medidas sobre el límite de emisiones, más un Acuerdo de París que se firmó en 2015. Los partidos políticos deberían establecer un pacto de Estado por el clima. No hay otra opción.
Se está creando una especie de histeria colectiva, agitada por los populismos, por esa supuesta "invasión" de extranjeros que vienen en pateras o que huyen a pie de guerras. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación en la propagación de estas ideas?
Hay enfoques y tratamientos de la información diferenciados. Aquí las fake news y los prejuicios virales toman gran relevancia. El cambio climático no deja de afectar de forma indirecta a la especie humana, pero aquí estamos hablando de personas que están en un barco a la deriva en el Mediterráneo. El tratamiento de muchos medios está ayudando a que los ciudadanos empaticen con esa realidad.
"Muchas veces estamos sobreinformados, lo que provoca una especie de parálisis"
Aquellos en colaboración con las ONG como Open Arms o Médicos Sin Fronteras están ayudando a que los inmigrantes que vienen del norte de África den testimonio de sus tragedias, más allá de las cifras. Porque las cifras se han inoculado como una anestesia. Por eso la parte testimonial es fundamental. El problema muchas veces es que estamos sobreinformados y que existe un efecto secundario paralelo, una especie de inyección o parálisis, porque parece que cuando escuchamos una información deja de ser real.
Existe una dicotomía a la hora de interpretar los efectos de la globalización y las redes sociales en la sensibilidad de las personas. Unos creen que nos estamos insensibilizando, mientras otros piensan todo lo contrario, que cada vez somos más humanos.
Es un tema complicado. La persona más sensible lo sigue siendo y la que lo es menos probablemente nunca cambie. No quiero creer que el mundo se esté insensibilizando, pero sí creo que tenemos que repensar los medios, de qué manera debemos enfocar y tratar la información de manera más crítica, humanista y centrada en el ciudadano. Precisamente porque esa sensación de insensibilización viene provocada por la obsesión de los medios y las redes de destacar las noticias dramáticas y no destacar las buenas. Quizás puede sonar buenista, pero creo que los medios deberíamos dedicar ciertos espacios a contar testimonios más positivos. Porque al final todos somos humanos y todos tenemos un límite, y cuando estamos constantemente recibiendo titulares demoledores puede darse el efecto contrario al que se busca.
¿Cómo valoras la gestión del Gobierno español sobre la crisis del Open Arms?
Ha sido una reacción basada en la imagen. Con el Aquarius se alabó la medida, de carácter puntual, sin analizar qué medidas se estaban llevando a largo plazo, y eso es algo a lo que los medios contribuimos sin ser conscientes de ello. El Gobierno español se ha dejado llevar por la política de la imagen en ambos casos. Faltan mucha más contundencia y compromiso con la política migratoria.
Globalización, avances tecnológicos, robótica, 5G. ¿Un avance o un retroceso?
¿Cuál crees que es el mayor reto al que se tendrán que enfrentar los jóvenes del presente?
Uno de los mayores retos es el envejecimiento demográfico. Lo que está claro es que vamos a ser una sociedad de adultos mayores. Habrá muchísimas personas y eso requiere un replanteamiento absoluto de las sociedades a todos los niveles: accesibilidad, cuidados y, sobre todo, inclusión. Este es uno de los desafíos nada lejanos a los que se van a tener que enfrentar los jóvenes. El otro gran desafío es el cambio climático. Lo estamos viendo con los refugiados climáticos, una nueva figura emergente cada vez más extendida. Pero creo que los jóvenes están tomando mucho interés por esta causa, y además de una manera muy desideologizada, cosa que promete.
¿Cómo se contrarresta la crisis demográfica en unas zonas del mundo y el envejecimiento poblacional en otros?
Tenemos que anticiparnos y adaptarnos a esos cambios demográficos. Si analizamos las sociedades europeas creo que el aumento de la esperanza de vida no tiene que ser necesariamente un problema. La esperanza aumenta, y también las capacidades físicas y psíquicas a altas edades. Las personas que antes eran mayores con 50 años ahora no lo son. Sin embargo, a nivel humano, cultural y educacional tenemos que cambiar los sistemas productivos y la manera de entender las sociedades. El envejecimiento de la población puede ser una oportunidad.
"El Gobierno fue valiente al reunir dos ministerios, los de energía y medio ambiente"
Algunos países en desarrollo comienzan a utilizar tecnologías basadas en hidrocarburos. ¿Cómo explicar a esos países que, después de haberlos tenido al margen durante cientos de años, ahora no pueden utilizar esas herramientas para crecer porque son contaminantes?
Este asunto es complejo porque cuando no partes del mismo punto no puedes tener las mismas exigencias. Esto se regula con pactos globales como el Acuerdo de París, que dice que cada nación debe establecer sus límites dentro de los objetivos globales de emisiones. Es muy complejo porque además nos encontramos con estados como India que tienen una densidad demográfica brutal, unas infraestructuras envejecidas que provocan mayores emisiones de carbono y mucha gente a la que abastecer.
Las naciones más desarrolladas no pueden tomar políticas muy paternalistas en estos temas, porque tampoco pueden imponerse medidas muy exigentes a otros países. Creo que en los próximos años esos países que se están desarrollando rápido se aprovecharán de la tecnología, cada vez más accesible y más barata, para conseguir un equilibrio. Entonces encontrarán técnicas más limpias para poder abastecer de energía a todo un país, pero es algo complejo que lleva años.
¿Consideras que el Gobierno en funciones del PSOE lleva un buen programa de transición ecológica?
Creo que el Gobierno fue valiente al reunir dos ministerios, los de energía y medio ambiente, que tradicionalmente habían estado separados. Al final, la transición ecológica requiere un compromiso de la industria, y este ministerio es muestra de una comprensión muy realista de lo que se avecina. La transición ecológica va a tener que producirse, esté gobernando el PSOE o no.
¿Crees que España tendrá Gobierno antes de que acabe el plazo?
Mira... No lo sé. Yo creo que sí. Lo que pasa es que es casi imperdonable que hayan estado todo este tiempo de brazos cruzados. Al final vemos una política muy testosterónica, de pedir sillones. Pero sigo creyendo que sí solo por la ilusión de no tener que votar otra vez. Los partidos parecen no entender que el bipartidismo se acabó, y aunque es verdad que se están volviendo a formar dos bloques políticos, o son conscientes de que pactar y ceder es absolutamente necesario o no se va a llegar a nada.