Y si no, haga la prueba y pregunte a tres vecinas y tres vecinos sobre cualquiera de los siguientes temas: pensiones, igualdad, Gabriel, libertad de expresión, Presupuestos Generales del Estado, gobierno, PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos. O pregúntese a sí mismo. Informados o no, es probable que -en los instantes previos a la respuesta del consultado- se le aparezca en la parte frontal de la cabeza un ring de boxeo donde varias versiones, (enemigas entre ellas y ajenas al criterio propio) se pelean o aporrean por apoderarse del turno de palabra, que desvela una opinión. Si después el turno salta a otras versiones inducidas, también es probable que empiecen a aparecer contradicciones. Este y otros posibles resultados son lo que se conoce como «batiburrillo», y se entiende como la incapacidad de discernir lo que vale de lo que cuesta.
La actualidad acoge versiones más objetivas destinadas a generar conocimiento, pero son pocas y se difunden menos. Entonces, en esta contienda por dominar la expresión, ¿no sería lógico que se estuviera acentuando la ya vieja crisis de credibilidad?
Desde que la publicidad importa más que el periodismo, los intereses de la sociedad son casi siempre opuestos a los de los medios de comunicación |
El Informe Anual de la Profesión Periodística 2017 de la Asociación de la Prensa de Madrid observa las debilidades del sector de la comunicación en el paro y la precariedad (45,9%), la escasa remuneración (16,1%), la falta de independencia (14,7%) y la falta de rigor e imparcialidad en la información (13,4%). El Informe incluye publicidad de El Corte Inglés (pág. 12), Repsol (pág. 15), etc.
mientras destaca la insuficiente independencia de los profesionales y la desconfianza de los ciudadanos en la información (con un aprobado raspadito).
Pero la precariedad laboral, que se genera a través de la presión, encamina sus esfuerzos hacia la autocensura o el paro. En relación a esto, últimamente parece acentuarse una malsana confusión entre publicidad y periodismo. El Informe del 2017 de la APM recoge que el 74% de los encuestados opinan que «la comunicación corporativa es parte del periodismo» frente al 26%, que se sitúa en contra de esta premisa. ¿No será que la comunicación corporativa es parte de la comunicación publicitaria?
El sistema patriarcal no considera raro que la voz de la mujer se valore menos y así, en España, las periodistas y comunicadoras protagonizan la precariedad laboral del sector de la comunicación, con mucha menos independencia y mayor perjuicio profesional y económico que los compañeros, sin meternos en la esfera de lo privado, que también suele salir perjudicada. Un dato alarmante sobre la situación actual del periodismo es que se ha registrado más paro en el sector durante el año 2017 que en los años previos a la crisis, por lo que se interpreta que «vamos a peor», nada nuevo, pero no nos cuentan los porqués.
En enero renacía este periódico meta periodístico con serias dificultades para seguir el ritmo de la actualidad. Pero existe una constante en los medios de comunicación que tiene profundo calado en los valores de Perro Come Perro: la cobertura del debate político-social por los medios debería priorizar con dignidad profesional difundiendo más y mejor el discurso socio-político; pues no solo no son lo mismo, sino que casi son opuestos. Ocurre que la empresa periodística es, igualmente, un negocio. Necesita facturar y sacar beneficio, pagar precios y sueldos muy altos o muy bajos, ahorrar por donde pueda, ofreciendo asiento a los que la financian y dando espacio a la publicidad descubierta o encubierta. Pues bien: ¿de qué forma lo hacen?
Las técnicas de comunicación han sido y son psicológicamente estudiadas y la información sesgada y mutilada por intereses
Dado que el periodismo es (o era) cuestión de servicio público, cualquiera (que no fuera periodista) podría confiar en que la información que consume está pensada para su bien, para su conocimiento de una realidad y su buen desarrollo diario dentro del sistema. Pero la realidad es que las técnicas de comunicación han sido y son psicológicamente estudiadas y la información sesgada y mutilada por intereses ajenos al tema que realmente la protagoniza, que es humano.Y entonces un/a periodista se preguntó para qué y para quién estaba trabajando, pero miró hacia otro lado, no quiso ver más: son pensamientos incómodos. Otras cosas son más importantes. En este año de movilizaciones y manifestaciones multitudinarias cada vez más individuos necesitan saber que los medios de comunicación a los que se exponen configuran la realidad y ésta es una razón vigente y de peso para desconfiar de los relatos mediáticos y políticos.
Ahora se trata de que el poder económico de una empresa o institución genere impactos a través de los medios de comunicación, lo cual sirve para buscar apoyos y mantener su presencia, fortaleciéndose en su posición de falsa opinión pública. Esto es lo que ocurre con los teletipos de agencias de noticias y de comunicación o gabinetes. Si bien una empresa, gran compañía o institución puede costearse un plan de comunicación corporativa de agencia en un panorama mediático como el español, bien conseguirá que sus ideas se esparzan como el polen de una flor que es guiado por el viento hasta todos los pistilos del campo.
Para que la polinización sea efectiva debiera ser primavera, o las flores de la misma especie, pero esto no importa. Lo que prima para las agencias es generar impactos respecto a un tema, generar aceptación, normalizarlo y proseguir con la estrategia corporativa y comunicativa. Es competencia. Y esto lo consiguen las agencias, más y mejor de lo que figura en el Informe de la APM. Multitud de diarios, periódicos y periodistas replicarán estos teletipos cada día: publicaciones especializadas, periódicos regionales, nacionales, de cada "especialización" o sección, digitales e impresos. Cuentan que, «en ocasiones, no cambian ni una coma», por lo que todas las cabeceras, páginas, destacados, etc., hablan de lo mismo, de la misma forma o similar. No hay becario/a que no lo sepa. Además, son demasiados medios de comunicación para tan pocos puntos de vista, por lo que podríamos hablar de una pluralidad ficticia.
Este derecho a opinar y generar opinión en el espacio de todos ha sido, de hecho, adquirido por un pago -si no económico-, sí de favores.
Como quien –imaginemos– esperando en la cola para votar en jornada de elecciones generales, ofrece al de atrás comprar su voto por una suma de dinero que le parecerá suficiente, aprovechándose de la brecha socioeconómica que los separa: el de atrás no lo valora así que se vende a sí mismo vendiendo la que era su única voz oficial para los cuatro años siguientes. Agarra el dinero pero se marcha en la miseria; el otro, soberbio y triunfal, lo usa a su antojo y duplica el suyo.
Vote a quien vote, esto es corruptela, coacción e inmoral porque nace de una situación inicial de domino, del ventajismo y de la avaricia del otro frente a las necesidades del uno. ¿Es el mismo cuento? El beneficio será para el otro (empresa o institución), pero la apariencia (marketing contratado) ayudará a que el abuso (tráfico de derechos constitucionales) hacia el uno no se vea como tal (cuidando de la reputación y la apariencia) sino como un acuerdo justo y ventajoso para ambas partes (se asienta finalmente la falsa conciencia).
Es también ilegal, claro, pero la pregunta es si realmente la ley y la ética periodística cubren todos los supuestos de coacción, ya no solo para proteger a los periodistas de la presión laboral y evitar una de sus consecuencias, que es la autocensura. También para proteger a la ciudadanía de los abusos de poder político y económico. La presión es un arma de siempre que se utiliza ahora con más variedad que nunca para conseguir de los dominados la aceptación de un yugo y un camino.
¿O es la autocensura lo que se pretende?
Es sabido que diversos cargos del poder político español comparten socios y quehaceres con el económico-empresarial y el judicial, convirtiendo el escenario de autoridad en un cúmulo de embrollos difícil de desenmarañar. También con ciertos grupos mediáticos. Esta y otras conexiones dan lugar a un discurso demasiado dominante como para permitir la libertad de expresión; en todo caso será «con límites». Libertad, ¿con qué límites; delimitados por quiénes y para el cuidado de quién? ¿Puede dar esto como resultado una libertad de expresión democrática?
En esta historia absurdamente opresora… ¿No es el conjunto de la sociedad quien lleva los cuernos? Bromas adentro. Se puede intuir un gran esfuerzo interno de planificación (gran consumidora de tiempo en tales circunstancias) que podría justificar algunas de las señales más evidentes y visibles de los últimos tiempos: el exceso de ruido noticiero y de publicidad institucional; la demora en la respuesta política pertinente y la incapacidad de reacción del gobierno a las reivindicaciones sociales, sujeto de la soberanía en los sistemas democráticos. Pero se complica aún más.
En demasiados casos la cultura comercial se hace con el pensamiento -fagocitando al germen- de la opinión pública con la cooperación de los medios de comunicación y casi todo el sector de la comunicación. Los Consejos de Administración, con el libro de mierdética sobre la mesa, procederían a mediar una transacción para hacer de la audiencia, la gente, un producto más. Pero los medios de comunicación se deben –primero– a sus lectores y audiencias. Así, los actores de la comunicación se desfiguran tanto como la realidad de quienes consumen información. ¿Es esto ético; o lógico, siquiera?
¿Hasta dónde llegan las licencias de la publicidad institucional y empresarial para copar el espacio que los medios de comunicación deberían emplear en asuntos de interés general? ¿Por qué ahora, incluso, podemos hablar de infoentretenimiento en los telediarios como una nueva modalidad para informar, entreteniendo? Se habla de telediarios de hora punta, no de programación en general.
Pero en esta llamada economía mixta, que no es ni liberal ni capitalismo de Estado, lo que vende, se sigue produciendo hasta que deja de vender. Desde cuándo se suministra información a las audiencias en función de sus apetencias, si es que son suyas. Aplicado a los medios, ¿es el beneficio económico suficiente filtro como para procurar una mínima calidad en la emisión y tratamiento de la información?
No. Sin embargo, la publicidad siempre ha gozado de mejor liquidez y caja que el periodismo. Y aunque la comunicación es un mundo aparte de técnicas con luces y sombras estudiadas por la psicología y ocultadas por los que la ejercitan desde la mala praxis, su secreto consiste en prediseñar la actualidad. Para la sorpresa de no tantos, una de las fórmulas más efectivas de la historia para convencer a las masas empieza por recuperar las técnicas de propaganda del siglo pasado. Aplicar los 11 principios de Goebbels al discurso político-mediático permite configurar parte de la realidad española pasada y actual.
Aunque, como parece ser un tema que trasciende varias fronteras entre la ética, el periodismo como vigilante del poder, los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y al resto del sector de la comunicación como configurador de la realidad, por aquí iremos interviniendo y velando por la democratización del sistema a fin de progresar hacia una realidad más justa, lógica y humana.